A veces tenemos que experimentar algo negativo, algo malo, para tener otra percepción, o valorización, de nuestro alrededor. En las últimas semanas, varias veces pensé que había llegado a mi limite de aguantar la vida rural. No hay nada que hacer; todo el mundo cierra sus puertas y apaga las luces a las 8 de la noche; y realmente no conozco a nadie con la disposición de salir -- si existió algún destino. Ya casi había decidido que, aunque supuestamente no tendría que ir a la capital más de una vez cada 2 semanas para dar mi clase cuando clases comienzan la semana que viene, posiblemente iría más (realmente voy a Antigua; quedo la noche; en la mañana voy a Guate; vuelvo a quedar una segunda noche en Antigua, y luego a Quiché otra vez). Cuando hace unos pocos días la universidad me dijo que habían cancelado mi clase, yo diría que voy a seguir viajando, al menos hasta Antigua, al menos cada 2 semanas, si solamente para un cambio de escenario, para respirar otro aire.
Pero hoy soy muy agradecida que vivo en un pueblo tan pequeño que el hombre de la pollería reconoce mi carro aunque no le conozco. Hoy tuve salida para Chichicastenango en la mañana y luego fui a Santa Cruz del Quiché para hace mi programa en la radio. Hoy vinieron unos jóvenes quienes han realizado un proyecto de construcción utilizando materiales recicladas (botellas de plástica, principalmente), en una escuela rural. Vino junto con ellos el director de la escuela donde hicieron la construcción). Terminamos, y ofrecí llevar a Caterino, el director, porque vive en Chinique (vive en un caserío a la entrada del pueblo). Los jóvenes fueron en otra dirección (creo que fueron a Pollo Campero -- también viven en Chinique pero no iban directo). Salimos de Santa Cruz, conversando sobre el programa, y después de varios kilómetros, de un momento al otro dejaron de funcionar los cambios. Estuve en medio de cambiar; creo que habíamos pasado por encima de un túmulo, y luego no pude alcanzar el primer cambio. Traté con otros cambios: segundo, tercero. Nada. Estuvimos pasando despacito por la carretera y decidí a parar el picop y salir para que lo que estaba pasando. Ví que la llanta atrás, por lado del piloto (o en este caso, la pilota) se había separado del carro. O sea, que el eje se había quebrado.
Estuvimos en medio de la carretera, entre Santa Cruz y Chiché, pero en realidad en una area sin viviendas cerca. Que íbamos a hacer? Vivo frente a un taller de auto servicio, pero aunque saludo a los dueños casi todos los días no tuve la menor idea de como podíamos comunicarnos con ellos. Me di cuenta en este momento que realmente mis contactos no son tan amplias. Pero Caterino comenzó a hacer llamadas. Necesitábamos una grua, por cierto. El carro no iba a ningún lado solo. No tuvimos un teléfono de una grua y con la explosión de teléfonos móviles, realmente no existe directorios telefónicos en estos días; no había una operadora, una 411 para llamar.
Caterino hizo varias esfuerzas; una amigo con un taller pero sin grua. Tratemos a llamar a alguien quien posiblemente tendría el teléfono del taller en frente de mi casa, el famoso VL, mejor conocido como "Willy", pero no respondió. Pasaron varios carros y camiones y tuvimos que pararnos al frente y atrás para indicar a los otros carros que tendrían que desviar un poco para no chocar con el picop. Algunos pilotos bastante agresivos (sobretodo los de unos camiones grandes y los buses) casi chocaron con el carro y con nosotros. Finalmente vimos las luces de un carro de policia. Primera vez en mi tiempo en Guate que la vista de unos policias me dió alegria y no otro sentimiento (por ejemplo, susto o molestia). Explicábamos lo que sucedió. Dijeron ellos que al llegar a su puesto en Chiché llamarían a la grua en Santa Cruz para que viene a recoger el carro y llevarlo al taller VL.
Caterino llamó a los jóvenes y les dijo donde estuvieron y les invitó a acompañarnos. Siendo Guatemala, siendo gente de pueblos chiquitos donde todavía existe el espíritu colaborador y cooperativista, vinieron los patojos. Pero antes de ellos, pasó otro carro. Lo reconocimos como el carro de uno de los muchachos del taller, y él también reconoció el carro mío, aunque ya era muy oscura y casi no hay luz en esta parte de la carretera. Pero, aquí viene lo bueno de los pueblos chiquitos, aquí todo el mundo conoce los carros de todo el mundo (o al menos, de las personas conocidas). Entonces, él paró, salió de su carro, comenzó a examinar el daño, y nos acompañó también. Luego llegaron los estudiantes y tuvimos un gran grupo parado a la orilla de la carreterra. Si tuvimos una botella y comida hubiéramos hecho una fiesta. El pobre Caterino no había almorzado; traté sin éxito a convencerle a ir a Chiché con los jóvenes para buscar comida o convencer a ellos a ir y comprarle algo. Bueno, dejé de insistir.
Dentro de todos estos movimientos, mandé un texto a un buen amigo. Sabía que estuvo muy distante en este momento pero quería avisarle porque tuvimos algunos asuntos de trabajo que serían difíciles sin el carro. Aunque andaba sin saldo (un problema constante con mis compas aquí) encontró la manera de mandarme unos textos a través del internet, y sentí bien acompañada a pesar de la distancia geográfica.
Llamé (porque eso me pidió) para consolarle que estuve bien, solamente el carro estaba mal, y ademas no estuve enfrentando el problema solita (porque así era una preocupación). Al llegar a mi casa llamó Caterino para saber como estuve. Después de pagar el hombre de la grúa (ni quiero decir cuanto era; más que pensé pero no había opción) volví a la casa y casualmente un amigo de aquí del pueblo que se encontraba en otro lado me había mandado un "chat" por Facebook. Le contesté y comenté lo del carro (le había consultado en otras ocasiones sobre cosas automotrices) y casi inmediatamente me llamó y ofreció a buscarme la parte en Chimaltenango el viernes si no hubiéramos encontrado antes.
Entonces un crisis provocó una reflexión sobre ciertas ventajas de los pueblos chiquitos. A la otra mano, porque somos un poco remoto y el carro es Ford Mazda y no Toyota, hay que mandar buscar la parte; no se encuentra aquí en el departamento. Si fuera Toyota, si (pero si fuera Toyota, como yo sé por experiencia empírica, aumenta el riesgo de un robo por eso mismo -- se puede desarmar y vender las partes).
El muchacho del taller nos preguntó a cual grua habían llamado los policías. Saber!! Intentamos a los policías (habían dejado un número con Caterino) pero no respondieron. El muchacho llamó a una de las dos grúas, lo cual tenía guardado en su móvil, y evidentemente fue la grúa correcta; nos dijo que ya estuvo en Chitatul (una aldea en la salida de Santa Cruz). Ya al rato vino la grúa; tuvo que hacer muchos movimientos para ponerse en posición para amarrar bien el carro mío (imaginan se un camión dando vueltas en la oscuridad en una carretera estrecha con zanjas de cimento en ambos lados).
Ya! Caterino cogió un ride con los jóvenes y yo con el compañero del taller. Aunque siempre nos saludamos uno al otro casi diario, realmente fue una de las primeras conversaciones. Le dije que iba a esperar en mi casa porque no había razón de quedar parada en la calle frente al taller.
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