Me gustaría poder fotografiar la propia luz, que viene en un ángulo agudo, proyecta sombras nítidas, y parece estar muy cargada. En mi catálogo privado mental de las cosas que voy a extrañar intensamente, profundamente, dolorosamente sobre Guatemala, en una posicion alta en la lista es la luz de la última parte del año, estos campos, las montañas, con el verde oscuro de los pinos extendiendose por las laderas y valles, empañado suavemente en la mañana con una capa de niebla ligera y esponjosa. Cada vez que entro en las colinas, en la carretera que conduce finalmente a San Andrés Sajcabajá, y miro hacia abajo en los valles con su niebla y sus pinos, quiero agarrar todo y abrazarlo. arrojarme en él, encontrar una manera de envolverlo y llevarlo conmigo cuando vuelvo a mi pais, no sólo la vista, pero el olor seco de los campos, la dulzura de pino triturada, aunque sé que esto no es posible.
Esta mañana vi a una mujer que he visto muchas veces antes, con su pequeño rebaño de cabras y algunas vacas. Esta vez fue acompañado por una joven, tal vez su hija, las dos de ellas con sombreros de paja de ala ancha para protegerse del sol que ya estaba aumentando rápidamente a medida que caminaba, y llevando unos palitos para inducir a los animales a caminar a un buen ritmo. Hubo un cabrito jovencito, blanco y negro, que correteaba por los lados de la carretera, pero corrió hacia el rebaño se trasladó, sin querer separarse del grupo. Nos intercambiamos nuestros "buenos días", pero el ángulo del sol era demasiado fuerte y la luz demasiado intensa para mí para fotografiarlas, a excepción de la parte posterior, a medida que se alejaban del sol y para obtener sus rostros me habría tenido que disparar en él.
Así que entra en los bancos de memoria mental, las cosas que tenemos que seguir catalogado sin la ayuda de las ayudas fotográficas. Estos paseos se han convertido en una parte de mi rutina diaria, sino que son un espacio y un tiempo para mí para pensar, respirar, absorber. La crisis del silencio de la tierra, piedras, grava, hojas bajo los pies me tranquiliza, junto con el suave ritmo de mi caminar, la cadencia de la respiración. Pero en esta época del año la luz casi literalmente me quita el aliento.
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